Supongo que todos nos formamos una opinión como espectadores, en cualquier tipo de observación. En mi caso de no mediar engaño, no me llama la atención normalmente criticar o juzgar en exceso el trabajo de otros, poco más allá del me gusta, o no me gusta. Ya se sabe que el criticar es el deporte preferido de aquellos que les da miedo exponerse, la mayoría de las veces sin pararse a pensar en la posible dificultad que supone realizar aquello criticado por los que si se exponen. Visto que “G-
Hace algún tiempo tuve la oportunidad (o inoportunidad, más bien) de ver por primera vez este inenarrable programa “G-
No sé que piensa la gente con posibilidad de pensar, pero en mi caso me sentiría terriblemente patético en el momento en que me mirase a solas al espejo, y me diese cuenta que soy el héroe de quinceañeras insustanciales, treintañeros engañapadres o cuarentones que ponen en duda la llegada del hombre a la luna. Es el caso de Evaristo Mejide, nuevo héroe entre este target de la intelectualidad más selecta. Hay que tener los huevos muy pesados, para sentirse muy orgulloso de haber llegado donde ha llegado, a base de despedazar públicamente imberbes e ingenuos aspirantes a un sueño vendido, y pasearse públicamente con este tétrico curriculum. Esta medida imagen de “malote/destroy de Adolfo Domínguez” , y este discurso más rancio que un hueso de jamón del año 1880 (el jamón más caro del mundo), no hace otra cosa que afianzar en la idea que detrás del personaje, no hay otra cosa más que un intento de huída hacía adelante en el delicado camino de la frustración. Una vez le escuché decir a Robert Mckee, que en la lucha contra la creación de estereotipos en los personajes, nos fijásemos con detenimiento en la realidad: La gente verdaderamente chunga necesita disimular que los son, disfrazándose con buena porte, y por ende al contrario, los pringaos necesitaban disfrazarse de chungos, para poder lanzar el mensaje a los demás que no lo son. Pues eso…”pa malote, malote, mi ci****”
Afinado aguijón leí en alguna ocasión cuando se exhibía por OT. Bueno… afinado es lo mismo que aceptar como música a un niño de dos años aporreando por primera vez un violín. Aún así, no es lo mismo picar con ese “¿afinado aguijón?” a un bebe, que a un elefante. Ni engañar a un catedrático, que a un pobre cabrero que no haya tenido la posibilidad de abandonar su pueblo. Nos contaban en “Fama” que el camino del éxito cuesta “sudor”, ese mismo que Evaristo se ha pasado reclamando desde una altivez impostada a chavales a los que le ha venido grande la dinámica en la que se han visto envueltos. Pero no lo veo por ninguna parte por mucho que intento hacer esfuerzos en su caso. Y es que hay algo que me molesta más incluso que el cinismo: el camino fácil. Y “G-
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